RETROSPECTIVA

Casa Museo Huerto Ruano, Lorca (Murcia)

Del 15 de diciembre de 2021 al 20 de enero de 2022.

Teatro Villa de Huércal-Overa y KartON Galería de Arte

Del 6 de abril al 3 de mayo 2022.

CURVA II, Acrílico – tabla 60 x 60 cm.

No-lugar

Parece un contrasentido titular el amplio conjunto de obras que componen esta sección, y que a todas luces “parecen” paisajes, como “No-lugar”. Ya Magritte subtituló su dibujo de una pipa con su famoso “Esto no es una pipa”. Y llevaba razón. Incluso la figuración pictórica más realista no debe jamás confundirse con el objeto representado. Lo que separa a una de otro es un abismo, y en ese abismo caben la imaginación y los sueños, la formación del artista y sus influencias, su visión del mundo y su pericia, sus lecturas y sus horas en los museos, su conocimiento de la pintura y su fuerza de abstracción. En definitiva: el arte. En este No-Lugar, el artista ha fundido su experiencia visual con su fantasía creativa, se ha apropiado del objeto, lo ha metabolizado en su interior, ha recreado en él los placeres vividos, y tal vez también los peligros, hasta crear un espacio que bien podría llamarse el territorio de sus deseos, el ámbito pictórico de su pasión, ese No-Lugar del que se ha apropiado a través de la pintura y en el que resuenan los ecos de un pasado ancestral.

Momento MS.02, Acrílico – tabla 100 x 100 cm.

Obscuridad primordial.

Antes de construir su refugio último en el No-Lugar, Miguel García Cano realizó lo que a todas luces parece un viaje interestelar. Aunque también podría decirse que sucumbió a una tentación barroca. El pintor emprende un retorno a la obscuridad primordial, a ese fondo del cosmos de donde todo emerge y a donde todo retornará. Ese negro del barroco, que luego hizo suyo Goya, y más tarde los pintores de El Paso, es ahora una recuperación y una apuesta valiente que coloca al pintor ante las razones esenciales de la pintura. Nada es aquí gratuito. Y menos esas patatas y hortalizas que flotan en un espacio sideral, que quizá simulan ser asteroides, pero en realidad son nuestros alimentos nutricios fundamentales. García Cano juega un juego casi sagrado: fundir microcosmos y macrocosmos, reafirmar la unidad de todo lo que existe, y lo hace provocando al espectador, cuyo desconcierto debería ser el comienzo de eso que los griegos llamaban asombro o curiosidad, fuente de todo saber.

Macrocosmos microcosmos “RUSSAFART 2016”, Taller calle Cádiz 27, Valencia.
PATATA V, acrílico – tabla 110 x 178 cm.

El Silencio.

A espaldas de los montes de su Obejo natal, García Cano descubrió un espacio cuya singular disposición, topografía y aislamiento permitían visualizar el reverso de ese mundo tecnificado, administrado y estresante en el que vivimos, y al que podríamos definir por una de sus características más irritantes e inalienables: el Ruido. Frente a la sociedad, el mundo y el universo del Ruido, el pintor dibuja una utopía. No se trata de una exigencia, ni de una reivindicación, es solo eso: la utopía del Silencio, como una sensación que invade al espectador si consigue aislarse durante unos minutos ante uno de los cuadros de esta serie. Estas pinturas tienen un leve poder hipnótico, seducen y alteran, ordenan el silencio que quieren hacernos oír. El pintor asume un reto casi imposible: que la pintura transmita sensaciones que van más allá de lo visual, sin necesidad de que un aparato crítico o razonador las explicite. El pintor busca una experiencia pura entre la obra y el espectador, una conexión espiritual. El Silencio deviene así en un espacio pictórico utópico. Un refugio.

2010-05-y-12- Obra seleccionada en el XXIII Concurso de Pintura “Ciudad de Tudela”,Navarra y en el Premio de Pintura 2010 Focus-Abengoa, Sevilla.
PANEL I (El silencio), Acrílico – tabla 180 x 180 cm.

Quercus

La figura humana no está del todo ausente en la obra de Miguel García Cano, aunque en verdad es  poco frecuente, casi excepción. Y uno de esos momentos de figuración lo constituyen estas esculturas, que en el fondo son un homenaje a ese árbol (la encina) que es el más definitorio, perenne y esencial de la península ibérica.

Son esculturas, por tanto, en madera de encina (solo hay una de madera de olivo) de las que se extraen figuras con clara referencia a las pinturas prehistóricas que abundan en las costas del sur y el levante peninsular. 

La influencia de Giacometti y de Julio González se adivina al fondo de estas formas aéreas, sutiles y esculturales, que como todo en la obra de Miguel García Cano parece rehuir la estricta contemporaneidad para centrarse en una búsqueda incesante de lo esencial. Una verdad que el tiempo y la historia aún no hayan destruido.

                                                                                                                                                            MANUEL TURÉGANO.

Quercus Madera de Encina 36 x 26 x9 cm.

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